Por: Angélica Mahecha Uribe (@angelicamahecha)
‘Clasiqueros’. Es la palabra que usan algunos periodistas e hinchas para calificar -o mejor- descalificar a aquellos seguidores de un equipo que seleccionan partidos para ir al estadio a ver a la escuadra de sus amores. En este caso del Deportes Tolima.
Especialmente seleccionan aquellos encuentros con carteles de lujo como el del miércoles en el césped del estadio Manuel Murillo Toro. Que pese a no estar en condiciones idóneas como en otras ocasiones, se engalanó para ver ‘desfilar’ a figuras flamantes como Hulk, Diego Godín y Nacho Fernández, por nombrar los más reconocidos.
Ya si queremos más, en las filas del ‘encopetado’ Atlético Mineiro también estaba Guilherme Arana o Junior Alonso, ‘figurones’ a los que solo podemos acceder gracias a las famosas noches mágicas de los torneos internacionales.
Pero volviendo al tema de los ‘clasiqueros’, debo decir que en lo absoluto los reprocho. Soy consciente que a un equipo lo hacen grande los títulos, su historia y los hinchas, y que en los tres puntos que acabo de mencionar, al 'Vinotinto y Oro' le hace falta camino por recorrer. Y sobre todo, recorrerlo de la mano de las directivas del plantel, que apenas empezaron a abrir las puertas en beneficio de la hinchada que vive en la segunda ciudad con la tasa más alta de desempleo del país; dato no menor a tener en cuenta.
Estos cambios, sin duda, tuvieron su principal aliciente en los dos últimos títulos del elenco ‘Pijao’ (2018 y 2021). La buena cosecha de jugadores embarcados en clubes como Gremio y Boca Juniors, y la respuesta de la gente, que ‘clasiquera’ -o no- ha ido acrecentando su amor por el equipo y por su presidente.
Porque no podemos negar que las muestras de amor hacia Gabriel Camargo han ablandado el corazón del ‘jefe’, quien más que nunca necesitaba de la alegría de sumar siquiera un punto como medicina para sobrellevar la dura batalla de salud que está peleando.
Esperanza
Pero no fue así. Los cerca de 20.000 ‘clasiqueros’ que colmaron las tribunas del ‘Coloso de la 37’ y que aplaudieron al rival mientras calentaba -porque no nos podemos olvidar que quienes amamos este deporte en algún momento celebramos o destacamos el talento de estos 'cracks'- demostramos que no somos ninguna ‘Torcida’ peligrosa. Que estábamos impresionados y felices de ver al Tolima pararse de tú a tú con uno de los equipos más poderosos de Suramérica.
No podemos mentirnos: dentro de nuestra cabeza, más que imaginarnos golear a los brasileros (puede que algunos lo hicieran), rondaba el orgullo de jugar ante ellos.
Y sí que nos sentimos felices, o en lo personal sí, porque desde el saque inicial los dirigidos por Hernán Torres Oliveros salieron a querer jugar al fútbol. Y a demostrar que por más diferencias de nómina, títulos y presupuesto que existiera, en este deporte vale lo que eres dentro del terreno de juego.
Creo además que a los ‘Galos’ les sorprendió también ver la capacidad técnica y física de varios de nuestros ‘Pijaos’ y que la estrategia no hubiera sido la ‘Típica’: esperar atrás y contragolpear. Hernán envió a su onceno a proponer y lo hicieron muy bien, hasta cierto pasaje del encuentro. La personalidad de Juan David Ríos sorprendió a Hulk, que luego de ver como braveaba ese ‘pollo’ quiso ‘torearlo’ para buscarle tal vez un cartón rojo, y al 'león pereirano’ no le tocó más que bajarle a las revoluciones.
Y es que en realidad todo el equipo estuvo correcto pasados los 40 minutos de partido. Tolima tenía la posesión, registraba las mejores opciones y se veía cómodo. Pensamos que el gol podría llegar y lo tuvimos en los pies del jugador estelar que trajo el 'senador' para romper redes contrarias: el mismo que nos puso a celebrar hace poco por fin un título en Ibagué, pero que a pesar de eso sigue en deuda. Porque el Michael Rangel que en años anteriores no te perdonaba, ahora luce sin ritmo y errático.
Mazazos
Pasó de nuevo: desperdició la jugada más clara que tuvo el equipo, y tuvo que ver desde el otro arco como un tal Fernández aprovechaba la única clara de ellos para embocarla, en una acción en donde a mi juicio el arquero Alexander Domínguez pudo haberlo hecho mejor.
Ese gol al, término del primer tiempo, tumbó de un tajo toda la confianza que te daban los minutos anteriores de cambios de frente bien ejecutados. De marcas fuertes y efectivas, de caños y gambetas de lujo, porque verse abajo en el marcador en tu casa, con el desgaste físico de 45 minutos bien corridos y con un rival de esa jerarquía, era prácticamente una sentencia.
Y así se sentía en las tribunas, ya que, aunque se destacaba el empuje y la intención de salir a jugar el cotejo, el panorama era complicado. Hasta el mismo Juan Fernando Caicedo, quien vio el juego desde la tribuna occidental y rodeado de hinchas que le pedían que volviera pronto, se le veía silencioso. Tal vez impotente por querer estar dentro de esa cancha, porque en medio de todo el marcador no hacía justicia a lo visto en el primer periodo.
Es cierto: la justicia no existe en el fútbol, pero qué impotencia, qué sensación fea es la de sentir que mereces más de lo que te toca.
Ya para la parte final, la experiencia de la visita salió a flote. Liderados por una figura de talla mundial como Godín, el Mineiro se ordenó de tal forma que Tolima perdiera el ímpetu. El ‘tanque’ se comenzó a agotar en jugadores importantes como Daniel Cataño, Jeison Lucumí y Ríos.
También en Rangel, quien no debió ni ingresar en el segundo tiempo, y los que entraron, como Gustavo Adrián Ramírez, Yohandry Orozco y la otra ‘joya’, Andrés Ibargüen, no pudieron hacer mucho.
Nos ‘aplacaron’ y embocaron el segundo, un gol que se veía venir porque el cansancio era notorio y nuestros argumentos para el empate pocos. No obstante, el equipo siguió intentando en medio de sus posibilidades, mientras Torres desde su zona se resignaba a empezar con el pie izquierdo este sueño.
El balance
Lo cierto de todo esto, es que arrancado este 2022 y cuando comenzaron a anunciarse las contrataciones de lujo del Deportes Tolima, que se armaba un ‘combazo’ para disputar este torneo de la mejor manera, nos creímos el cuento. Y hasta justificábamos algunas malas presentaciones en el torneo local, e incluso la ausencia de jugadores llamados a ser titulares, porque era mejor pensar que se estaban guardando para la búsqueda de la gloria continental.
Pues amigos, la Libertadores ya arrancó y la realidad que nos pegó de frente es que con los rivales que nos correspondió jugar bien no es suficiente. Porque lo importante es ganar, sumar puntos, evitar a toda costa recibir goles y no errar las opciones que nos quedan.
Lamentablemente, en ese sentido, estamos más graves. Porque si bien lo más normal sería reflexionar que la llegada de un arquero mundialista nos brindaría esa seguridad atrás que no tendríamos con Cuesta. Las ironías de la vida me dicen que preferiría jugármela con William Cuesta, luego de verlo entregarse sin medida en cada pelota cada vez que tiene la oportunidad de estar bajo los tres palos.
Pasando a la delantera, estamos un poco peor. Tenemos muros como José Moya y Julián Quiñones, gacelas como Plata, Lucumí y Hernández; ‘magos’ como Cataño e Ibargüen (otro en deuda), fieras como Ríos y Ureña. Pero si quienes deben responsabilizarse de hacer los goles no están ‘enchufados’ y el hombre que nos dio el tiquete para este torneo, corre con la mala suerte de lesionarse, días antes de comenzar este reto, estamos frente a un problema de gran magnitud.
Los partidos habrá que seguirlos jugando, la fe seguirá puesta, los 'clasiqueros' tal vez para el próximo partido sean menos, pero la realidad es que seguiremos creyendo y apoyando. Porque en el fútbol como en la vida no hay nada escrito.
Foto: Conmebol