Los ibaguereños fueron testigos en la noche del miércoles y durante toda la
jornada de este jueves de unas jornadas en la que el desgobierno del polémico alcalde Andrés Fabián Hurtado y la
falta de cultura ciudadana
estuvieron al orden del día, justo en momentos en los que el COVID-19 sigue al
acecho, llevándose consigo la vida de más paisanos que, por una razón u otra,
contrajeron el virus y no pudieron ganar el 'partido' de sus vidas. A los 580 que han perdido la vida un sentido recuerdo.
Y de eso fueron partícipes, por desgracia,
un número considerable de hinchas del Deportes Tolima, quienes
convocados por la barra Revolución Vinotinto Sur, protagonizaron -para
mal- la celebración de los 20 años de la agrupación juvenil más importante
de la región. Una fecha que, en diferentes circunstancias, y teniendo en
cuenta la actualidad deportiva del equipo que alientan, hubiera sido motivo de orgullo para miles, pero que por la emergencia
del virus se llevó toda clase de críticas, por más que quieran acallarlas con insultos.
Una caravana en la que se incumplieron los protocolos de seguridad, de
manera flagrante, con consumo de licor y sustancias psicoactivas, además del
excesivo uso de pólvora y una aglomeración que se salió de control a su paso,
empañaron lo que pudo ser una jornada festiva pero responsable. Y sobre todo
consecuente con el crudo panorama que se vive en los hospitales de la ciudad y
el departamento, en donde los muertos están dolorosamente a la orden del día.
Para una organización como la Revolución, que ha luchado hasta con sus
propios 'demonios', que se ha reinventado una y otra vez -el término de moda estos
días- y ha liderado con éxito un sinfín de iniciativas sociales en favor de
los desvalidos, llegar a los 20 años de existencia merece todo el
reconocimiento. Sería motivo no de una, sino de un importante número de
celebraciones de todo tipo, y de homenajes a quienes dieron su vida por esta
causa, ya fuera en carretera, en la tribuna o donde el destino quiso que
partieran hacia la 'tribuna' más alta.
Pero en días en que la incertidumbre es reinante y la solución para
frenar la considerable ola de contagios parece ser el encierro, espectáculos
como el de la víspera son una fiel muestra del egoísmo hacia Ibagué y sus
ciudadanos. Y duele que venga, precisamente, de quienes han enarbolado sus
banderas y defendido las causas ciudadanas,
como la protección de los recursos naturales como el agua, y la
reivindicación de los derechos laborales y estudiantiles, entre otras
importantes razones. La salud, tan valiosa en esta época, también debería estar
en sus prioridades, con un comportamiento intachable, pero no fue así.
Sucesos como los del jueves, lamentablemente,
afectan la buena imagen que tanto le ha costado construir a la
Revolución
y a sus líderes, que en el pasado han hecho parte de la Administración
Municipal como parte de ese liderazgo que ha permitido la consolidación del
colectivo. Y por una razón básica: ellos, al avalar esta masiva pero desordenada movilización, no pensaron en su bienestar ni el de sus
familias, ante un enemigo silencioso que, como buen delantero, aprovecha
cualquier descuido y regatea a sus 'adversarios' para contagiar.
Es cierto: No fueron los únicos indisciplinados en 24 horas de espanto.
También los inconscientes taxistas, que otra vez bloquearon las calles de la
ciudad en perjuicio de miles de personas, quienes en una gran mayoría llegaron
tarde o no pudieron arribar a sus trabajos, citas médicas y demás compromisos.
Ni qué decir de algunos de los motociclistas, que siguen en su interés de
desafiar a la autoridad y perjudicar a los que realmente necesitan de este medio
de transporte para ganarse el sustento.
También lo es que la excusa de algunos será siempre la de acusar a los medios de comunicación como este de tergiversar los
hechos
y de ser 'amarillistas' en el manejo de la información, algo que no es nuevo.
Pero en el fondo, ellos -los miembros de la RVS- son conscientes de que no era
el momento oportuno para una parafernalia como la que se vio por las calles de
la 'Ciudad Musical'. Tal vez si se hubiera pensado en una celebración más
responsable, con el cumplimiento de todos los protocolos de bioseguridad, el
despliegue mediático, que tanto bien le ha hecho al colectivo en ocasiones
anteriores, hubiera sido amplio.
A la Revolución se le ha reconocido hasta la saciedad su gran trabajo
social, más aún en este espacio, con un incontable número de artículos periodísticos y editoriales. Pero esto fue un absoluto despropósito. En plena
crisis por el COVID-19, y con las cifras por las nubes en cuanto a contagios y
muertos, este tipo de actitudes dejan muy mal parada a la barra frente a su
compromiso con la ciudad y su bienestar. Se les abonará, eso sí, una y otra
vez, su respaldo incondicional al equipo profesional y el apoyo reiterativo a las
comunidades vulnerables.
Pero ello no habilita a sus integrantes a incumplir las normas e irrespetar el bienestar ajeno. Es de humanos aceptar las equivocaciones, y la
Revolución, como dicen en la calle, la 'embarró'. Vendría muy bien apelar a la
sensatez, más allá de los egos, y hacer un acto de contrición con Ibagué y sus
habitantes. La barra es y será parte fundamental en la construcción de
tejido comunitario en los sectores populares de la ciudad y bajo esa premisa
debe asumir, como corresponde, su responsabilidad por sus actos.
Foto: Suministrada.