La Tierra dio un nuevo giro al sol y los recuerdos siguen intactos. Deportes Tolima protagonizó hace 365 días la gesta más grande de su historia y aún es frecuente dejar correr una que otra lágrima evocando todos y cada uno de los momentos vividos aquella jornada, que trajo consigo la segunda estrella.
El equipo más ganador del país, Atlético Nacional, tuvo castigo a su arrogancia y vio cómo un grupo de hombres, contra todos y todo, se quedaron con un merecido título en el campo del Atanasio Girardot. El mismo césped que, a la fecha, los ha visto celebrar dos veces más, y por el mismo marcador: 2-1.
Presente está, en el sentir del hincha del 'Vinotinto y Oro', el menosprecio absoluto del rival y un sector de la prensa por su equipo, al que dieron por 'muerto' antes de tiempo. La provocación de la valla en el Olaya Herrera y el autobús 'ploteado' con la 17 'verdolaga', fueron apenas un colofón para lo que vendría luego.
También las infaltables burlas en redes sociales, cuando en un acto sincero de fe -no se puede entender de otra forma- la virgen María fue 'convocada' para luchar por este sueño. Pues bien, aferrados a su manto sagrado, a las oraciones del recordado volante Rafael Robayo y al gol agónico del veterano Danovis Banguero, el 'milagro' se dio.
Y es que si fuera necesario buscar una lección de humildad para ilustrar a las nuevas generaciones, la de aquel 9 de junio encajaría a la perfección en ese propósito. Dios y el fútbol han sido justos desde entonces, pues ya son cinco alegrías al hilo ante el mismo adversario, que ha ido de fracaso en fracaso.
Pero más allá de la euforia que todavía produce esta noche, también viene bien ver qué realmente cambió después de las dos atajadas del guajiro Álvaro Montero y el cobro convertido por el delantero chocoano Marco Pérez. Para bien y para mal, pues si algo se esperaba con semejante consagración era -por fin- dar lo que llamarían 'salto de calidad'.
Si bien lo deportivo se ha mantenido, y en los dos campeonatos ligueros se estuvo a punto de avanzar a la gran final, además de una decorosa presentación en uno de los grupos más difíciles de la Copa Libertadores, hay aspectos y situaciones que siguen siendo el gran 'Talón de Aquiles' del club. Porque tanto lo bueno como lo malo está 'atado' al nombre de Gabriel Camargo Salamanca.
La relación con la prensa local, que incluye un deleznable capítulo de censura por parte de su dueño y presidente, opaca lo que bien se hace en el campo de juego. A los comunicadores no se les permite hacer su trabajo de forma digna y el predio de Perales sigue siendo todo un 'búnker' infranqueable para llevar el día a día del equipo.
Por su parte, el trato a los hinchas refleja un 'mar' de falencias administrativas y logísticas que aún no son tomadas en seria consideración y que afectan gravemente sus finanzas. Pese a las diferentes promociones e iniciativas para llevarlos de nuevo al estadio Murillo Toro, hay razones de fondo que han impedido cumplir ese objetivo.
No de otra manera se explica que tras semejante conquista y las muy buenas campañas hechas a nivel local, los registros de asistencia sean muy bajos. Es urgente un análisis pormenorizado que le permita a la institución tener claros los factores que influyen en un tema que es de su completo interés, y facilitar todos los canales oficiales en entregar información clara y oportuna.
En cuanto a la rama femenina resulta ser un misterio, pues el único 'padrino' que tenía este proyecto está inmerso en líos con la justicia. Y de forma pública se conoció la postura de Camargo Salamanca con respecto al torneo organizado por la Dimayor. Palabras que le costaron el rechazo de todo un país, por más ciertas que considere que son luego de todo ese escándalo.
Con todo y ello, algo muy positivo para destacar es la presencia masiva de los niños y adolescentes en el 'Coloso de la 37'. Gracias a la disposición de la Alcaldía, que conmina al club a permitir el ingreso gratuito de una buena cantidad en cada juego, a cambio de tarifas cómodas en el alquiler del escenario, es que hay un 'semillero' que dará la mejor cosecha posible.
Y serán esas almas jóvenes las que transmitan a futuro ese inexplicable sentimiento. Cada vez son menos los pequeños que eligen ser de elencos de camisetas verdes, rojas o azules, pues han encontrado en la 'Vinotinto y Oro' una que representa a fidelidad su amor por el balompié. Este es, quizá, el mayor activo, que tiene un valor que sobrepasa cualquier trofeo o medalla.
Si hay convicción, todo ese cariño se podría capitalizar en las divisiones menores, con proyectos deportivos sólidos que no estén sujetos solo a una mensualidad, sino que también puedan ser apoyados por la empresa privada. Porque sería motivo de orgullo volver a ver a un tolimense defendiendo sus colores en el profesionalismo. Algo que no pasa desde hace cinco años.