El destino quiso que él fuera el elegido para devolverle la gloria al Deportes Tolima. Marco Johnnier Pérez Murillo, el amado y el odiado, estampó con lágrimas su nombre en la historia del 'Vinotinto y Oro'. Lo demás, no importa.
'El Tío Marquitos', 'Marcotelli', o como lo prefieran llamar, tuvo en sus pies el cobro con el que el onceno 'Pijao' consumó su hazaña: Vencer al favorito de todos, Atlético Nacional, al que ya le tenían listo hasta un bus 'ploteado' para celebrar la tan segura estrella 17.
Así como hace 5.284 días lo hizo el uruguayo Jorge Artigas. En un arco Norte, ante un rival verde y de visitante. Después de dos atajadas de su arquero. Y también ante un cancerbero argentino. Más que casualidad era premonición. Y el hijo de Quibdó, criado en Bahía Solano, no fue ajeno al reto. Esta vez no fue el 'Asesino del gol'.
"Nos lo merecíamos. Veníamos luchando, teníamos que entregar todo y vinimos convencidos a ser campeones", dijo con la voz entrecortada, consciente de que había rubricado una de las páginas más hermosas en casi 64 años de historia.
A Marco le tocó soportar las 'Verdes' y las 'Maduras'. De tener en sus pies el tanto con el que la 'tribu' hubiera pasado a la final de la Liga 2 2015 ante Junior, en Barranquilla, a terminar de bajar del cielo la anhelada segunda estrella.
De ser expulsado aquel 12 de noviembre de 2014, en el título de Copa Colombia; y de anotar el gol que tuvo al equipo a solo 13 minutos de la final de la Liga 1 2015, a echarse al hombro la responsabilidad que solo podría asumir alguien que tuviera los 'huevos' bien puestos.
"Esto es para mi papá y mi mamá. Para mis hijos, que los amo mucho. Para mi padrastro, mi suegro, a toda mi gente en Bahía Solano y todos mis amigos. A todos los que me han apoyado mucho", manifestó.
"Esto es para mi papá y mi mamá. Para mis hijos, que los amo mucho. Para mi padrastro, mi suegro, a toda mi gente en Bahía Solano y todos mis amigos. A todos los que me han apoyado mucho", manifestó.
Su continuidad siempre ha estado en duda. Incluso en su mejor época, cuando convirtió 10 goles en un solo semestre, o cayó en las garras de la indisciplina. Pero lo que nunca se podrá decir es que salió a cobrarle a sus detractores. Guardó silencio y se puso a órdenes del estratega para cuando lo requiriera.
Siempre Marco, siempre él. Diez años después, aquel joven que con 17 años celebraba su primer trofeo con Boyacá Chicó, bajo la batuta de Gamero, volvió a alzar sus brazos. Gracias chocoano.
Fotos: Dimayor y El Rincón del Vinotinto
Siempre Marco, siempre él. Diez años después, aquel joven que con 17 años celebraba su primer trofeo con Boyacá Chicó, bajo la batuta de Gamero, volvió a alzar sus brazos. Gracias chocoano.
Fotos: Dimayor y El Rincón del Vinotinto