Por: Mario Alejandro Rodríguez
Cuántas veces agachó la cabeza lamentando su mala suerte. Cuántas veces se imaginó eludiendo rivales y sacando el esférico del fondo de las piolas. Hasta que por fin, el Dios al cual es fiel, le recompensó su esfuerzo y lo llenó de gracia, para darle felicidad a todo un pueblo.
El mediapunta del Deportes Tolima, Sebastián Villa Cano, no olvidará jamás que fue en el estadio Pascual Guerrero de Cali y ante un grande de la talla de América, que logró su primera conquista en el fútbol de Primera División.
El 10 de febrero de 2018 será una fecha especial para el canterano, quien vio consagrado el anhelo que tuvo desde chico, cuando tenía la responsabilidad de ser el '9' del Club Caunces, en el torneo del Ponyfútbol y metió, en el último minuto, el gol que le dio a su equipo la clasificación a la semifinal del torneo ante Independiente Medellín.
O cuando vendió un aluminio viejo que había en su casa para conseguir lo de los buses y presentarse a sus primeras pruebas con el 'Pijao'. Cuando tuvo que esperar ocho partidos en el Parque Deportivo para llamar la atención de Humberto 'Tucho' Ortiz, reconocido 'cazatalentos' del club, y quedarse en su retina para siempre.
El mismo deseo que parecía desvanecerse en las inferiores del 'Vinotinto y Oro', cuando prácticamente fue desechado tras una dura lesión. Cuando se devolvió para su natal Bello, con el sinsabor que solo produce el fracaso y con la incertidumbre de saber qué había hecho mal.
El mismo deseo que parecía desvanecerse en las inferiores del 'Vinotinto y Oro', cuando prácticamente fue desechado tras una dura lesión. Cuando se devolvió para su natal Bello, con el sinsabor que solo produce el fracaso y con la incertidumbre de saber qué había hecho mal.
Pero el fútbol le brindó una segunda oportunidad. Volvió a suelo 'Pijao'. Y hoy, ese joven que se convirtió en goleador del equipo Sub-19 y que el 26 agosto de 2014 fue convocado por primera vez por Alberto Miguel Gamero, para disputar un encuentro frente al Quindío por Copa Colombia, vive su día más feliz.
Corría el minuto 72 cuando el paisa, con un potente disparo de pierna derecha la mandó al palo vertical izquierdo del experimentado arquero Carlos Bejarano, quien vio cómo el útil se fue lentamente a lo más profundo de la portería norte del coliseo sanfernandino.
Era una sensación nueva, sin duda, pese a que por la Copa Águila ya sabía lo que era celebrar con la 'Vinotinto y Oro' puesta.
Corrió de forma desaforada hacia el banco 'Pijao', mientras apretaba sus puños y gritaba a todo pulmon su gesta. ¡Golazo!, repitió una y otra vez, mientras iba al encuentro de su mentor. Y con un fuerte abrazo le agradeció por tanto. Por aquella vez y por ahora, aunque en el recuerdo también llegó, quizá, el 'charrúa' Gregorio Pérez, quien se jugó su puesto por mantenerlo.
Villa y Gamero se fundieron en una misma alegría, mientras llegaron los demás integrantes del grupo. Y luego, el joven jugador tuvo un momento para mirar al cielo, para pensar en su mamá, en su familia. En todos aquellos que le tendieron la mano. Para desahogarse y dejar salir una que otra lágrima.
También para arrodillarse, limpiarse el rostro y tomar un respiro. Para 'pellizcarse' y darse cuenta que no estaba soñando, sino que su tanto era tan real como aquella vez en que, por norma, le tocó el turno de ser 'rapado', pues se acercaba su debut en el primer equipo.
Hoy, después de 40 partidos en Primera, de más de 2.600 minutos disputados, Villa ya rompió el celofán. Enhorabuena.