Quién iba a pensar que aquel niño que alguna vez vistió la camiseta del extinto Cooperamos, que soñó con debutar en la profesional del Deportes Tolima, iba a ser profeta en tierra ajena.
El volante ibaguereño Henry Andrés Rojas Delgado, a sus 30 años, se ha dado el lujo de ser campeón del fútbol profesional colombiano con tres divisas diferentes, pero no con la 'Vinotinto y Oro'.
Cuando tenía apenas 20, el 'Mono' -como lo llaman sus familiares y amigos- integró en 2007 las filas del Atlético Nacional, que de la mano del argentino Óscar Héctor Quintabani logró el primer bicampeonato en torneos cortos.
Dos años después la consagración le llegó con el 'Blanco blanco': El Once Caldas, con el que conquistó en el Metropolitano de Barranquilla su título número tres y, casualmente, también para los manizaleños.
En aquella ocasión, el 28 de junio de 2009, Henry también dejó su huella. Un cobro de tiro de esquina suyo terminó en la cabeza de Alexis Henríquez, para el primero de los tres tantos del visitante en la 'Arenosa' (3-1).
Pero nada de lo anteriormente relatado se compara con lo que vivió en la noche del domingo con los 'Embajadores'. Sí, el del dorsal número 17, el día 17 (de diciembre), del año (20) 17, inscribió su nombre en la posteridad.
Ya curtido en estas lides, a Rojas -El azul- le bastaron solo siete nueve minutos para convertirse en leyenda. Para ser el hombre más importante en la historia del clásico capitalino.
Cuando el cronómetro marcaba los 85, el 'Pijao' sacó un potente zurdazo, inatajable para el arquero Robinson Zapata, que anuló de tajo la felicidad que había desencadenado en los 'Cardenales' el gol de Wilson Morelo.
Fue un impacto que silenció a más de 34.000 espectadores en El Campín. Un premio a su fortaleza mental y física, pues en su mejor momento volvió aquella pubalgia que tantas lágrimas le ha sacado. Que esta vez lo tuvo más de un mes fuera de las canchas, pero que desde al menos desde 2013 ha dejado sus secuelas.
Pero sobre todo, un grito de júbilo, dirigido a aquel cielo azul desde donde su padre, Henry Rojas Guerrero, ha visto todos sus logros, pero también ha sido fortaleza tras cada una de sus frustraciones.
Porque no fue un sendero de rosas. Así como tuvo momentos de éxtasis, su carrera tuvo picos muy bajos, que lo llevaron a estar en el 'Ojo del huracán'.
Quién iba a pensar que aquel al que vilipendiaron en Ibagué por no ocultar su cariño al club que le dio la primera oportunidad, al que le negaron el sueldo en más de una ocasión, al que le descalificaron por su contextura física, iba a tener una satisfacción mayúscula.
El hincha de Millonarios jamás olvidará su nombre. Sabrá que fue Henry, el tolimense, el que puso en el árbol la estrella que hacía falta, así como Hernán (Torres) iluminó el sendero con la querida 14, y de paso le regaló una Navidad soñada.
Foto: As Colombia