El sábado pasado culminó la campaña como local del Deportes Tolima en el primer semestre del año y El Rincón del Vinotinto, el medio de comunicación digital preferido por los seguidores del equipo Pijao para informarse de la actualidad de su equipo, no pudo asistir a ninguno de los 10 cotejos de la Liga Águila 1 2016 y los dos que se disputaron por Copa Águila en el estadio Manuel Murillo Toro de Ibagué.
¿La razón? Clara y dolorosa: La negligencia de la jefatura de prensa del club y el rechazo de la División Mayor del Fútbol Colombiano, quienes se negaron a acreditarnos, impidieron que los integrantes de esta redacción pudieran hacer su labor como corresponde, en el lugar de los hechos.
Pese a las múltiples peticiones impresas y electrónicas enviadas al jefe de prensa de la institución, Luis Fernando Giraldo, quien se hizo el de la ‘vista gorda’ con nuestras solicitudes, y la insistencia ante el ente rector de la importancia de nuestra labor, a sabiendas que para el director de comunicaciones, Juan Raúl Mejía, no éramos de su agrado, el resultado siempre fue el mismo: El veto hacia un portal que durante los últimos ocho años ha estado siempre al lado del elenco musical.
Y es que resulta insólito que se restrinja el derecho a la información de primera mano y al trabajo cuando a otros colegas de medios impresos, radiales y también virtuales sí se les permitió hacer su labor sin inconvenientes.
¿Se imaginan que a Carlos Giraldo Díaz, papá del jefe de prensa del equipo y quien lleva una trayectoria de más de 30 años en la radio, le prohibieran entrar durante toda una campaña a relatar? ¿Qué dirían comentaristas como Élmer Pérez, Camilo Pinto y Álvaro Ariza, reconocidos en la capital tolimense, si cuando intentaran ingresar al ‘Coloso de la 37’ la respuesta fuera negativa? Solo por citar ejemplos…
De seguro sus reclamos serían escuchados y rápidamente resueltos. La pregunta es: ¿Por qué el nuestro no recibió el trato debido? ¿Acaso debemos pagar un precio por nuestra postura editorial? Con todo y ello, nos duele el silencio de algunos de los comunicadores acá mencionados, quienes a sabiendas de esta situación, ya tediosa, han preferido callar y no darnos su voz de aliento como corresponde como colegas. ¿Por qué? ¿Hay algún interés?
A su vez, hinchas que no quieren ver el trasfondo de este asunto se atreven a insinuarnos a través de nuestras redes sociales que dejemos tanta ‘lloradera’ y que paguemos, como cualquier parroquiano más, la boleta para ingresar al escenario y hacer nuestra labor. Sin embargo, para quienes no lo saben, duramos varios años haciéndolo; conscientes que merecíamos un mejor trato de las directivas del club.
Otra inquietud: ¿Y es que para trabajar los demás periodistas también compran su entrada? En síntesis, el problema no es de dinero, sino de dignidad y respeto.
No se nos olvida el bochorno que tuvimos que vivir por esta situación en el estadio Ariel González de Líbano, cuando acompañamos al plantel en su regreso al municipio cafetero tras 21 años de ausencia, y el maltrato del que fuimos víctimas por parte del jefe de seguridad del Deportes Tolima, Carl Robert Bernoske, quien fue un obstáculo en el ejercicio de nuestra labor de reportería (Vea la nota).
Por desgracia, El Rincón del Vinotinto, y sus periodistas Mario Alejandro Rodríguez y Cindy Milena Serrato, no fueron los únicos afectados. También colegas como Óscar Javier González y Carlos Rodríguez, de quienes sabemos tampoco tenían credencial, así como otros periodistas que no alcanzaron a registrarse a tiempo.
No obstante, hay quienes que con una simple solicitud escrita recibían el visto bueno de la jefatura de prensa, que a nuestro juicio utilizó en connivencia con la Dimayor un doble racero para descalificar nuestras peticiones pero aceptar otras.
A Dios gracias, y con todas las piedras que le quisieron poner en el camino, El Rincón del Vinotinto hizo lo que estuvo a su alcance para mantener al tanto a sus miles de seguidores de las novedades de su divisa. Y por ellos seguiremos en esta lucha, que para unos es absurda, pero que en nuestro sabio entender tiene asidero como una forma de exigir respeto ante la arbitrariedad.