Opinión: Condenados al fracaso



Opinión: Condenados al fracaso




Por: Mario Alejandro Rodríguez

Lloramos juntos una nueva decepción mientras vemos, con el alma hecha trizas, cómo los demás celebran su buena suerte. La lista de nuestras amarguras se hace interminable, producto de la desidia de unos y la incompetencia de otros. Y cuando estamos cerca de la gloria, y nada parece detenernos, caemos estrepitosamente, como si estuviéramos condenados al fracaso desde antes de saltar al campo de juego.

El amor de nuestras vidas nos dejó con el corazón roto, como lo ha hecho en los últimos 10 años. Y el domingo, cuando las circunstancias estaban de nuestro lado, todo salió mal. El sueño de alcanzar la segunda estrella se nos escapó de las manos; aunque si lo vemos desde otra perspectiva, ese deseo colectivo simplemente fue un espejismo del que quisimos aferrarnos, para apaciguar -de algún modo- nuestra sed de triunfo.

Sin embargo en esta ocasión, a diferencia de otras muy similares, el contundente golpe creó un punto de no retorno. Porque en las tribunas quedó claro: los hinchas literalmente nos cansamos de ser el hazmerreír del país. La vehemente reacción en las tribunas fue la manera más efectiva de hacer catarsis, de desahogarse ante tanto sufrimiento. Pero también, el primer paso para despertar de la falacia que nos hicieron creer durante años, con argumentos vacíos: que sin Camargo como mecenas el Tolima no existiría.

No es la voz de uno, ni de dos, sino de miles de aficionados. Queremos cambios, y que los mismos lleguen de forma rápida, en consecuencia con lo que pasó durante los cuadrangulares. Por encima de los intereses personales está el dolor del pueblo tolimense, que no soporta más caídas. Para tocar el cielo no sólo bastan buenas intenciones sino, entre otras cosas,  un proyecto institucional con bases sólidas, proyectadas no sólo al éxito deportivo, sino al fortalecimiento del ámbito organizacional.

El primero que debe rendirles cuentas a los aficionados, como normalmente acontece en los clubes de jerarquía, tiene que ser el presidente. Gabriel Camargo es el responsable principal de esta lamentable situación, y como tal, tendrá que hacerse cargo de su cuota de culpabilidad. Si es valiente, y tiene dignidad, lo mínimo que le solicitamos los hinchas es que dé la cara, y no demuestre una actitud cobarde y soberbia como está acostumbrado a hacerlo.

El segundo, como es apenas lógico, es el técnico Carlos César Castro, a quien sin duda le faltó mano dura para controlar la disciplina del grupo; aparte de serenidad en la lectura táctica de sus rivales. Es inconcebible que un equipo que anhela estar en la final no gane en cuatro de los seis partidos que disputó, con dos derrotas en casa, y aun así fuera el líder de su cuadrangular a una fecha de la culminación de esta fase.

De ninguna manera se le perdona a Castro, por más que dice amar a este onceno, la pérdida de cuatro de las seis unidades que jugó ante Atlético Nacional, rival que estuvo a punto de quedar eliminado en el Murillo Toro, y que hoy, 15 días después, es el flamante finalista del Grupo B, tras el respiro que le dio la 'Tribu'.

En cuanto al plantel de jugadores, sus conciencias dictaminarán el balance que les deja el torneo, sobre quién hizo las cosas bien y quién no. Son pocos los que se salvan del examen, más por amor propio y profesionalismo que por otra cosa. En una plantilla reducida por las malas contrataciones de la directiva, sólo los guerreros de siempre sobresalieron, mientras los demás pensaban en resolver su futuro fuera de Ibagué.

Para quienes se niegan a entenderlo, es pertinente recordarlo: el Deportes Tolima existe por nosotros, los que seguimos en pie de lucha sin importar nada. Y no por la falsa bondad de unos pocos, quienes se lucran a más no poder con nuestras ilusiones. Desde esta tribuna es momento de tomar acciones radicales en pro de nuestra institución. Lágrimas de sangre nos costó cada revés como para que los indolentes quieran escabullirse sin ser evaluados en su rendimiento.

Y si como parte del proceso de reestructuración el mismo Camargo quiere dar un paso al costado, que lo haga, pero sin vacilaciones ni chantajes. Su palabra, la de un hábil mercader del balompié, perdió peso con el tiempo, al igual que su gestión, que en 30 años y miles de millones de pesos de ganancia sólo otorgó un título en la era profesional.

Por nuestra parte, como hinchas, sentimos culpa en no llenar las tribunas del Manuel Murillo Toro con mayor regularidad, situación que ha sido la costumbre campaña tras campaña. No obstante, en honor a la verdad, en la semifinal el equipo contó con lo que siempre pidió el estratega, sólo que le faltó testosterona para romper con el miedo escénico.

Nuestro corazón no aguanta más fracasos ni humillaciones. Se nos acabó la paciencia. 







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