Opinión: ¿Por qué no asiste público al estadio Murillo Toro?



Opinión: ¿Por qué no asiste público al estadio Murillo Toro?





Por: Háder Celis Ariza


La seguridad en los alrededores del estadio Mauel Murillo Toro no es la mejor. El espectáculo por circunstancias de televisión se trasladó a las noches en un gran porcentaje y salir del escenario de la 37 representa caminar cuadras para quienes viven cerca, lo que constituye un riesgo personal alto, porque las bandas de atracadores hacen una fiesta cada que tenemos fútbol en la ciudad.


Tomar el transporte público para la mayoría se convierte en un problema y un riesgo, pues no es fácil, no se consiguen todas las rutas y los taxis lucen saturados y escasos para la necesidad del momento, las rutas de buses pasan por la avenida 5 y llegar allí por la 37, si no se hace en grupo es una odisea.

Sólo comprar la boleta crea escozor, pues en la calle muchos jóvenes piden monedas y sus gestos amenazantes contrastan con aquellos gestos humildes que teníamos cuando hace casi cuatro décadas pedíamos la limosna para ver al Vinotinto, nuestro Vinotinto; esto quiere decir que llegar al Murillo Toro causa incomodidad.

La tortura esta próxima a continuar, los ingresos al estadio son escasos y angostos, sumado a la mala costumbre de llegar tarde, crean desorden, caos y manoseo propios de las filas, donde no menos de la mitad de las personas, muchos sin carácter permiten que irresponsables e irrespetuosos se cuelen, incrementando los tiempos de acceso al escenario.

Ya en la puerta la policía somete a un raqueteo terrible al usuario, no se aplica la inteligencia miliciana por así decirlo, esto incomoda, sistema que debe ser exhaustivo en las tribunas que así lo requieran.

En las graderías nos percatamos de la poca atención que le presta el dueño del equipo al cliente: el fanático. La logística es fatal desde nuestro ingreso y falla, las ventas ambulantes no son organizadas e incluso en situaciones de calor tenemos que tomar bebidas al clima, afortunadamente las bolsas con orines en oriental son cosa del pasado, pero aun existen aquellos que vomitan su odio contra tal o cual, convirtiendo en un vulgar muladar las aéreas compartidas. Los servicios sanitarios no son los mejores.

Si usted alguna vez se gana una entrada de cortesía, tenga en cuenta que la cola es superior y lenta. Por la misma entrada ingresan vendedores, periodistas, fuerzas militares, jugadores, las listas de uno u otro patrocinador y los bien vendidos pases (festival que se presenta al ingreso al estadio), así que llegue con tiempo, la cola se mueve lentamente. Por supuesto algún politiquero de turno que se atraviese deja colar irrespetuosamente a sus amigotes, otro agravante.

A la salida, de acuerdo al rival, usted tendrá que moverse rápido porque los choques entre barras causan desórdenes y disturbios que no solo molestan, también causan miedo, por el alto voltaje de los enfrentamientos y la radicalización de las guerras entre jóvenes de una u otra camiseta.

El mercadeo es desastroso y poco inteligente, no tiene en cuenta la generación de hinchada, los niños no representan mayor valor ni en el equipo ni en futuras taquillas, la otrora tribuna de gorriones que es la que mantiene la asistencia en este momento no existe, los hinchas estamos ganados en edad, los niños y jóvenes son hinchas del Real Madrid y del Barcelona, como hace algunas temporadas lo fueron de Boca y River o Nacional y América, equipos gloriosos a nivel local o mundial en sus épocas unos y otros en el presente.

Por su participación en política don Gabriel Camargo genero una serie de enemigos en esta actividad, los cuales alientan a sus amigos a no participar del negocio de quien se beneficia del evento.

No tener jugadores de la tierra se convierte en un irrespeto a la afición, a la tierra y al alma Pijao, cualquiera de nosotros quisiera tener un familiar en nuestro glorioso elenco Pijao, pero por causas del destino los nuestros solo sirven fuera de la región, nadie los ve, ni siquiera la prensa deportiva que por solidaridad debería apoyarles.

Las decisiones del señor Camargo no gustan a la afición, es el dueño del dinero, pero no le avalan para irrespetar de la manera que lo hace a los coterráneos, llámese confeccionistas de ropa deportiva, técnicos, vendedores, gremios, juveniles jugadores, etcétera.

Recordamos excelentes campañas del Tolima y los hinchas que semana tras semana acompañaban al equipo, el día de la final quedaban por fuera, producto de la falta de previsión y organización en el negocio, situación que molesta y aleja.

A la prensa deportiva que no hace otra cosa más que publicitar día a día el espectáculo ajeno se le presiona, reduce y amilana. El oyente analiza, discute y ante esta agresión no son pocos los que de la raza dan prueba contundente.

El equipo llega permanentemente a las finales, pero fracasa en su objetivo cada vez, mostrando la falta de planificación rampante y cabalgante, esto genera distancia sobre todo en las mentes de una afición que evoluciona, reflexiona e imagina (ni pensar en lo extra futbolístico como factor del fracaso).

La televisión trae a los hogares y comercios a los mejores del mundo, todas las semanas, con partidos y presentaciones memorables, que compiten con el sano criterio de la hinchada. Aquí no me asoleo, no me arriesgo, no expongo a mis hijos, no escucho sandeces, no me mojan.

Estas reflexiones alejan al cliente desprevenido y al que lleva en alma nuestro equipo.

El aporte oficial y privado al equipo es gigante y no compensa la inversión estatal con quienes se benefician del mismo. Cinco mil personas en asisten en promedio, siendo adultos un gran porcentaje. Además el equipo no puede mostrar ni siquiera un trabajo en divisiones inferiores que beneficie a la comunidad. Parece que se mira sólo al bolsillo del usuario... ¿Y el corazón y el alma del hincha cómo queda?







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