Opinión: Que no pretendan verme la cara de idiota

Por: Mario Alejandro Rodríguez
@rinconvinotinto

Si algo caracteriza a los ibaguereños es que no son imbéciles ni se 'tragan' todo entero, como algunos creen. Podrán ser pasivos, pero ello no significa que no se den cuenta de lo que ocurre a su alrededor, ni de las barbaridades que sus dirigentes les quieren vender como verdades absolutas.

Y como en los últimos días, el director del Instituto Municipal de Recreación y Deporte de Ibagué (Imdri), Fabián Gualtero, ha pretendido engañarlos, he querido recalcar públicamente a éste personaje una realidad que duele, pero es que es mejor aceptarla de una buena vez: tenemos el peor estadio de fútbol profesional del país; y lo peor, que hasta el momento, es poco o nada lo que se ha hecho por evitarlo.

Si bien es cierto que Gualtero, director de la naciente entidad que tiene a su cargo los escenarios deportivos de la ciudad 'Musical', hasta ahora comienza a tener injerencia en este campo, no puede prestarse como 'marioneta' de la Administración municipal para ocultar lo inocultable: el paupérrimo estado en que se encuentra el ya casi sexagenario Manuel Murillo Toro.

Lo anterior lo digo por la forma socarrona en que ha salido a defender en los medios de comunicación la mediocre labor del alcalde Jesús María Botero y cómo algunos periodistas lo han secundado en esta iniciativa y le han abierto los espacios para que lo haga; siendo ellos, consciente o inconscientemente, corresponsables de las bellaquerías que le ha expresado a la comunidad.

Este funcionario, quien es representante directo del mandatario, mintió a los ciudadanos y aficionados del 'Vinotinto y Oro' cuando expresó que los eventos ajenos a los de la actividad física que se ejecutan en el centro deportivo, específicamente los tres últimos conciertos que se llevaron a cabo, no influyen en el estado del mismo.

En la primera oportunidad y luego de las fotos publicadas por el diario local EL NUEVO DÍA el primero de octubre en su nota "La ‘resaca’ del Murillo Toro", en las que se evidenciaba el lamentable estado del escenario posterior al concierto del cantante puertorriqueño Don Omar, Gualtero aseguró con vehemencia que la gramilla del estadio no sería tocada para el segundo evento, planeado por Mercacentro para el 8 de octubre.

Pero el diario tolimense volvió a poner el dedo en la herida, y mostró después de dos días de esta celebración de Mercacentro, el estado vergonzoso de la pista atlética y la gramilla del Murillo Toro. En la galería titulada "Segunda 'resaca'", publicada el 11 de octubre, quedó al descubierto que lo manifestado por Gualtero fue mentira y que la superficie del terreno de juego sí sirvió para llevar a cabo esta presentación.

A estas evidencias se sumó la nota desarrollada por el periodista Filiberto Rojas Ferro, también de este medio, titulada "Las gramillas del estadio". En ella, explica con detalle el deterioro del gramado del 'Coloso de la 37' como consecuencia, principalmente, del pésimo mantenimiento que ha hecho el Club Deportes Tolima y, sumado a ello, de los dos conciertos que hasta entonces había soportado el campo por voluntad de la alcaldía municipal.

Sin embargo aún faltaba el último 'show', que se cumplió el día del cumpleaños de la ciudad, precedido por una fuerte ola invernal y con el campo en degradantes condiciones. Los efectos de esta tercera 'resaca' del estadio se vieron al día siguiente, pese al aparente parte de tranquilidad que brindó a los medios el señor Gualtero.

Los desagradables olores en la tribuna occidental, el fango en diversos sectores del césped y el notable deterioro del sendero atlético fueron algunas de las 'perlas' vistas a sólo instantes del partido entre el Deportes Tolima y el Real Cartagena. Quienes pisaron el gramado pudieron dar fe de que en él se encontraron rastros de vidrios, tuercas y tornillos, siendo éstos algunos de los residuos que dejó la conmemoración del onomástico de la urbe.

No puedo desconocer que cuando él (Gualtero) era director del extinto Grupo de Recreación y Deporte, conocí de lejos su labor, admirable por demás, en aspectos como la realización de las ciclovías y de diferentes jornadas de esparcimiento para niños y adultos. Pero lo que no le puedo perdonar es que ahora pretenda vernos la cara de idiotas útiles cuando no lo somos y que evada sus crecientes responsabilidades.

Gualtero: El Murillo Toro JAMÁS ha estado en perfectas condiciones para ser sede, en forma decente, de un evento deportivo de carácter profesional. Y fue por esa misma condición y por el tardío interés del burgomaestre Botero que nos quedamos sin la posibilidad de al menos luchar por tener una sub-sede del Mundial Sub 20 de la FIFA que culminó en agosto pasado.

El hecho de que la administración haya decidido terminar la tribuna norte del 'vetusto' después de casi tres años de gestión se dio simplemente porque no se podía dar más prórrogas a esta obra. Los recursos, según tengo entendido, habían sido conseguidos desde 2007 con la ayuda de la Gobernación y Coldeportes y la construcción de esta localidad sólo comenzó en mayo del 2010; en un retraso de más de dos años.

De manera mentirosa, Botero alguna vez prometió dejar un estadio completamente remodelado, e incluso se animó a afrentar a los contribuyentes señalándoles dónde estaban sus impuestos. Sospechosamente, a menos de dos meses de la culminación de su mandato, la valla que se encargaba de resaltar esta premisa en el Murillo Toro desapareció, como también pasó con los buenos oficios del alcalde.

Por estos motivos, le advierto a Gualtero, un empleado más del Municipio, que no es necesario que borre mis comentarios del perfil que la entidad que maneja tiene en la red social de Facebook, ni tampoco que acepte mi invitación de amistad en la misma. Porque, como se habrá dado cuenta, no es la única plataforma desde la cual puedo hacer público mi inconformismo con la forma en que usted ha querido tocar el tema del estadio Murillo Toro y encubrirlo en la sábana de la alcahuetería.

Espero que por el bien del deporte en la ciudad y por los principios de rectitud y coherencia que debe tener, Gualtero comience a hablar con honestidad y un profundo mea culpa, por el deplorable estado en que se entregó el máximo escenario de los tolimenses después de los tres conciertos que albergó en un corto lapso de tres semanas, y por la realidad que omitió descaradamente.

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